Ya conocéis de sobra la pasión
que tengo sobre el teatro. Por eso, es algo muy importante para mí intentar
trasladársela a mi hija. Hace algo menos de un año, cuando ni siquiera había
cumplido los diez meses, la llevé a ver su primera obra de teatro. Reconozco
que era un poco pequeña y que se le hizo larga, pero la verdad es que pasamos
la primera prueba con bastante buena nota podría decirse. Tres o cuatro meses
después, volví a llevarla a ver otra obra y la aguantó mucho mejor, aunque
seguía siendo demasiado pequeña. Decidí entonces que quizá la estaba
presionando demasiado y que debería dejar pasar unos meses, para que le diese
tiempo a crecer, a ser algo más mayor (cumple 21 meses esta misma semana) y que
así pudiese disfrutar la siguiente obra de teatro a la que fuésemos.
La ocasión se presentó hace un
par de semanas. Recibí unas invitaciones para poder ir a ver un espectáculo
infantil: “Merlín”. En este caso, se trataba de la mítica historia del
rey Arturo y la espada Scalibour, que nadie podía sacar de la piedra en la que
se encontraba, hasta que su verdadero dueño, Arturo, llegase hasta ella. Allí
empezaría todo, la historia de Arturo, el reino de Camelot, Merlín, Morgana, Ginebra,
los Caballeros de la Mesa Redonda, Lancelot…
Me resultaba curioso cómo podía
articularse un espectáculo para el público más infantil, un espectáculo de
muñigotes, juegos y canciones. Nada con una historia para adolescentes o una
historia para adultos.
La cita era un domingo por la mañana
en el Teatro Calderón, a las 12 de
la mañana para ser más exactos. Y allí estábamos los tres (mi hija, mi marido y
yo), dispuestos a disfrutar del espectáculo o al menos intentarlo.
Una de las cosas que más me echan
para atrás a la hora de llevar a Henar al teatro es la extensión de las
representaciones. Creo que a mi hija le va a gustar el teatro, la veo disfrutar
y abrir mucho los ojos, intentando captar todo. Pasa una primera parte en la
cual, la pobrecita, no sabe muy bien dónde está ni de qué va todo aquello. Por
eso, se suele agarrar con fuerza a su chupete, hasta que coge confianza, se
entera de dónde está y de qué va todo lo que tiene a su alrededor y disfruta.
El problema es que, después de un tiempo disfrutando, obviamente, y teniendo en
cuenta que aún es bastante pequeña, se termina aburriendo.
El espectáculo duraba más o menos
una hora. Calculé que los 20 primeros minutos se los pasaría tomando conciencia
de lo que había a su alrededor, los siguientes 20 minutos disfrutando de la
obra y que probablemente en la parte final nos tocase salir por pies. He de
decir que no estuvo demasiado desencaminado mi cálculo, ya que efectivamente se
tiró un buen rato acostumbrándose a dónde estaba y qué estaba pasando. Pero
para mi sorpresa, parece que se lo pasó bien desde el minuto uno y que además
fue capaz de disfrutar del espectáculo mucho más tiempo del que yo había
pensado. De hecho, a ella parece que no se le hizo largo, quizá se le hizo un
poquito cuesta arriba los últimos minutos. Mientras que su padre y yo,
llevábamos ya 20 minutos de hastío, aburridos de lo que veíamos. Aunque es
cierto que el espectáculo está orientado a los peques y que, si a ellos les
gusta, no debemos ser los mayores quienes les fastidiemos la diversión.
En cualquier caso, cada domingo a
las 12 horas (al menos hasta el 8 de diciembre) tenéis la oportunidad de llevar
a vuestros peques a disfrutar Merlín en
el Teatro Calderón de Madrid. Tenéis entradas disponibles desde 8 euros y
podréis disfrutar con vuestros peques de la mítica historia de Scalibour y el
rey Arturo. El espectáculo dura aproximadamente una hora y veremos pasar por el
escenario a Merlín, a Arturo, a una Morgana muy diferente a la que tenemos casi
todos los adultos en mente y otros tantos personajes que nos harán rememorar la
mítica historia de Scalibour en versión infantil.
Momento especialmente emotivo aquél
en que varios niños del público salen literalmente corriendo hacia el escenario
para tratar de sacar a Scalibour de la piedra. Pero no debemos olvidar que se
trata de una espada mágica y que sólo Arturo es quien podrá liberarla y
convertirse así en un gran rey.
Teóricamente, este espectáculo
está orientado a niños hasta 10 ó 12 años, pero entre el público menudo,
podíamos encontrar de todo, incluso bebés (Henar aún no llega a los dos años de
hecho). Y todos parecían pasárselo bien y quedarse muchas veces embobados con
los personajes vestidos de cabezudos de peluche que decían muchas tonterías a
ojos de un adulto, pero contaban una historia maravillosa y fantástica para los
ojos de un niño.
Llevad a vuestros hijos al teatro
y disfrutad con ellos de un espectáculo como éste. Debemos recuperar la magia de nuestra infancia y volver a ver la vida
con la ilusión de un niño. Al fin y al cabo, ellos estaban viendo a Merlín
por primera vez, y ¡no todos los días
uno tiene la oportunidad de conocer a un
gran mago!.
Luego te quejarás si la niña te sale muy "teatrera"
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