Además de estar terminando mi curso de 8 semanas de Mindfulness y
de seguir leyendo libros sobre minimalismo, recientemente he hecho un curso de
gestión del tiempo. Entre todo, creo que he sacado una serie de conclusiones
sobre la esclavitud de la agenda que
me gustaría compartir con los que de un modo u otro pasáis por aquí.
Uno de los principios del mundo capitalista en el que nos movemos
es que nos hayan convencido como sociedad que necesitamos muchas cosas en
nuestra vida. En realidad, que necesitamos mucho de todo, porque quien dice
cosas dice actividades, experiencias, reuniones, citas familiares, compromisos
de muchos tipos… cientos de cosas que llenan nuestras agendas, nos roban
nuestro tiempo y ¿nos hacen más felices? Piénsalo un momento.
Perdemos el equilibrio
vital haciendo posturas funambulistas imposibles para llegar a
todo, con esa sensación de no llegar a nada o a casi nada. El minimalismo
aplicado a tu vida también implica eliminar
actividades, compromisos y citas para tener más tiempo para ti y para lo que es
verdaderamente importante. En este punto, te invito también a pararte a
pensar, ¿qué es lo realmente importante?
En un libro sobre minimalismo leí que, al contrario de lo que
muchas veces podemos pensar, ser minimalista no explica tener pocas cosas, o
realizar pocas actividades, sino que ser minimalista es relacionarte con el
mundo de otra manera. Si dejas a un lado lo que no aporta, lo que no es
importante, lo que no es indispensable y sin aquello que puedes vivir
perfectamente e incluso mejor, tendrás menos gasto, menos estrés, podrás
disponer de más tiempo para ti o para cosas importantes.
Manos a la obra: revisa tu
agenda y elimina obligaciones
Hace un par de semanas escribí un post muy personal que se
titulaba ¿qué
pasa si no lo hago? y que pretendía hablar de un minimalismo impuesto. Resumiendo,
que en mi vida personal pasaron cosas que no estaban previstas, que dieron al
traste con la planificación que yo tenía en mente y me obligaron, sobre la
marcha, a modificar mucho mis agendas, adaptarme como pude y en el fondo
sobrevivir.
Sin embargo, lo cierto es que mi agenda vital suele estar
demasiado repleta de cosas y muchas veces, incluso en temporadas normales sin
grandes sobresaltos, me hace vivir una vida demasiado rápida y cansada. Por
ello, he decidido, de un tiempo a esta parte, meterle tijera a mi agenda. No es
fácil, porque de 24 horas que tiene al día, tengo la mala costumbre de dedicar
7 horas (y mejor si son ocho, si pueden ser 9 ó 10 un fin de semana, ya tiro
cohetes) a dormir, otras 7 horas a trabajar, 3 horas más se me van en comidas,
desplazamientos y tiempos varios, y, de media, dedico entre 3 y 4 horas cada
tarde a estar con mi hija. 7+7+3+4=21
horas ya vienen ocupadas por defecto y en esas 3 horas que faltan muchas
veces pierdo el tiempo, otras veces hago algún curso, voy al teatro, paso
tiempo con amigos… El problema además es que ni siquiera esas 3 horas suelen
ser seguidas, sino que son espacios de tiempo que vas perdiendo aquí y allá. De
hecho, tengo la sensación muchos días, de no tener esas 3 horas “libres”, ni
siquiera tener unos minutos libres.
Ante esto, yo veo dos caminos:
El primero: desocupa parte
de tu agenda, elimina cosas.
El segundo: ordena lo que
tienes.
En realidad, no estoy descubriendo nada nuevo, cualquier manual
del orden y la simplicidad en general se basa, de una u otra manera, en estos
dos principios: ten menos y ordénalo de manera que lo encuentres; haz menos y
ordena el tiempo que dedicas a cada cosa. Al final, es lo mismo. Una regla que
parece muy sencilla, pero que luego en el caos de esta vida de locos que
llevamos, ¿por qué se nos olvida una y otra vez? Dicen que el ser humano es el
único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, ¡benditas dos veces!,
¡quién las pillara! Yo, me temo que con determinadas piedras tropiezo muchas,
muchísimas veces más.
Desocupa espacio y tiempo,
elimina obligaciones
Coge tu agenda (física o mental) y revisa.
¿Qué cosas haces por rutina
o por el mero hecho de que se tienen que hacer?, ¿has pensado en alguna forma
de hacerlas de otra manera?, ¿crees que existe un modo en que se hagan solas?,
¿se puede encargar alguien de hacerlas en lugar de tú mism@?, ¿qué ocurre si
las hace otra persona?, ¿qué ocurre si no se hacen?, ¿y si simplemente las
cambias de tiempo y las haces más adelante?
Todas esas preguntas hablan de esos términos tan de moda que son eficiencia,
delegar, ordenar etc. Pero de moda o no, muchos de esos trucos
funcionan.
Os voy a poner un ejemplo gilipollesco total: la camiseta blanca
del espectáculo de mi hija del próximo lunes. Mi hija, tras un curso entero
yendo a clase de chiquirritmo tiene el próximo lunes el espectáculo para los
padres, algo que para ella, objetivamente, es muy importante. Bien, ese
espectáculo tiene su hueco en mi agenda y para mí también es súper importante
asistir. Pero, el problema viene que, entre las cosas que tiene que llevar como
vestuario está una simple camiseta blanca, un elemento de fondo de armario que
yo tengo en mi armario pero no en el suyo. No os podéis hacer una idea del
tiempo que llevo pensando en esa dichosa camiseta blanca, que he invertido en
preocuparme y que aún no he ido a comprar. Pienso mucho, no hago nada: ¡mal! El
caso es que, ayer, volviendo a casa conduciendo, a toda velocidad como siempre,
puse en calendario que el domingo por la tarde (el resto del finde estamos a
otras cosas) y de repente se me encendió la bombilla: ¿y si le digo a mi costillo que la compre? Normalmente yo siempre
me ocupo de estas cosas (tendría que ahondar en el por qué lo hago), pero en
esta ocasión no tenía más tiempo disponible y me agobiaba. Solución: vete a la
tienda X, compra una camiseta blanca, lisa y de manga corta (más fácil
imposible) y de esta talla (con talla en número y en centímetros, para que no
haya equivocaciones). La camiseta al parecer ya está en casa, y os puedo
asegurar que si no es exactamente como yo creía y hay algo incorrecto en mis
instrucciones, esta vez me va a dar igual y no le voy a poner pegas.
Pues bien, como esto: todo. Las
cosas que son importantes se quedan, las que te hacen felices también. Da
igual que esté cansadísima, ir al teatro y disfrutar de unas cañas y una buena
conversación un miércoles por la noche, aunque me quite horas de sueño me da
horas de felicidad. En ese caso, conscientemente decido estresar mi agenda.
Las cosas que no son
importantes, se van. Irse, no se suelen ir, pero yo puedo sacarlas de la
agenda. Bien haciéndolas pronto y quitándotelas del medio, o bien no
haciéndolas. Puedo decidir no hacerlas o puedo intentar delegarlas.
Un no a tiempo ayuda mucho
más de lo que crees. Quien me conoce sabe que soy una persona a la que no le
pesa demasiado decir no (a pesar de que es una palabra maldita en esta
sociedad). Hace años cuando decía que no solía poner una excusa, pero he
descubierto hace ya tiempo el poder liberador del no. Lo primero es que puedes
decir no y no tienes por qué justificarlo con una súper explicación. Ahí es
donde normalmente la gente inventa cosas que sostengan ese no. Lo segundo, que
en determinadas relaciones, momentos o personas, puedes decir no y decir la
verdad, incluso cuando la razón por la que has dicho que no es porque no te
apetece, porque es tu prioridad o porque eso no es importante. Os
sorprenderíais, las relaciones sanas aguantan el no y las que no lo aguantan
muchas veces es porque no son relaciones sanas. También para pensarlo, no sólo
sobre los demás sino sobre nosotros mismos, ¿Cómo aceptas que te digan que no?
Y ahora, ordena lo que
tienes
Hemos quitado la obligación de tener que ir hoy al curso (porque
se espera que vaya, porque lo he pagado, porque cómo no voy a ir…), la de ir
corriendo a comprar una camiseta (se ha ocupado mi costillo), la de llamar por
decreto a la abuela (o la has pospuesto a mañana), la del gimnasio (a mi cuerpo
le suele venir bien pero hoy me siento demasiado cansada y no pasa nada por no
ir, no se acaba el mundo)… pero no puedes dejar de ir a trabajar, dejar de
cumplir tus horarios, dejar de ir a buscar a tu hija al cole etc.
Hay cosas que tienen que seguir ahí: por urgencia, necesidad,
importancia, felicidad… Otras cosas simplemente las puedes recolocar. Voy el
sábado a hacer la compra en lugar del jueves, pongo la lavadora cuando esté
llena, ya llamo otro día a fulanita. Desocupa
espacio, ten más tiempo para ti y aprovecha ese tiempo.
Hay muchas cosas que nos quitan mucho tiempo pensando en que las
tenemos que hacer: deja de pensar y hazlas. Deja de procrastinar (otra
palabra de moda), ponte a hacer la maleta, o a hacer la lista de las cosas que
vas a meter esta tarde en la maleta, ponlo en tu agenda y dedícale un tiempo,
ni más ni menos que el que necesita.
Las que puedes dejar para
otro momento, déjalas pero agéndalas. Las harás en el momento
que mejor encajen, pero buscarás ese momento, te dedicarás a ello cuando llegue
y hasta entonces te olvidarás.
Y con el tiempo que has
logrado reunir para ti y lo importante, dedícatelo y hazlo bien. Si has logrado tener media hora para ti, utilízala en algo que
te guste: si te gusta escribir un post, hazlo; si prefieres dar un paseo y
pensar, ¿a qué esperas?; si tienes sueño, duerme. Pero hazlo con sentido y con
conciencia. Aprovecha esos momentos, paladéalos, son sólo tuyos.
Es imprescindible cuidarnos a nosotros mismos, desconectar, tener
tiempo para nosotros. No pasa nada porque no contestes al teléfono aunque
suene, ni porque no hayas contestado a los 357 mensajes del grupo de whatsapp,
ni siquiera que no los hayas leído (quizá debas pensar si te compensa estar en
ese grupo, empezando por ahí); tampoco pasa nada porque no pongas la lavadora
todos los martes y los viernes (yo compro mucha ropa de más, especialmente para
mi hija, a sabiendas de que no es nada minimalista pero que me permite vivir
sin preocuparme de las lavadoras y me da mucha más tranquilidad). En realidad, hay muchas cosas que pueden esperar. Y otras que si no te aportan, no te hacen
feliz y te puedes permitir el prescindir de ellas: hazlo, es liberador.
El secreto de la felicidad: escoge tus prioridades
Probablemente no exista el secreto de la felicidad como tal, pero
de existir, seguro que tiene que ver con tu propia elección. No siempre te
dejan elegir, pero muchas veces, por costumbre, no lo hacemos. Muchas veces
hablamos y pensamos alrededor de lo que nos gustaría hacer, pero no lo hacemos,
ni siquiera lo intentamos. Piensa qué quieres y cómo conseguirlo. Dedica tiempo
cada día en alcanzar tu verdadera meta. Y cuando vayas consiguiendo progresos
en el camino, recompénsate, celébralo y mímate.
Empieza a eliminar lo
superfluo de tu vida y vive con intensidad las cosas que te ocurren.
Pues sí, hay que eliminar obligaciones. Y pedir ayuda o compartir tareas, que no es nada malo. Que no existen ni los superman ni las superwoman, aunque nos hayan hecho creer que sí. Y hay que preguntarle a nuestro cuerpo y a nuestra mente si puede o no hacer más, y hacer caso a sus señales. Y cuidarlos un poquito, que se lo merecen.
ResponderEliminarBesotes!!!