Hace unos meses
escribí una pequeña reflexión sobre la
importancia de saber decir no. Si tenéis curiosidad, podéis leer el post
completo aquí.
En resumen, a las conclusiones a las que llegué es que muchas veces es
necesario decir no. Desgraciadamente, el mundo en el que vivimos va a una
velocidad imposible y nos exige llevar agendas interminables que, casi siempre,
se convierten en una fuente inagotable de estrés.
Cada vez evoco más la
vida de mis abuelos en un pueblo de Castilla. Sin duda vivieron épocas muy
duras, en las que faltaban a veces las cosas más esenciales, y se deslomaron
trabajando en el campo de sol a sol. Sí, pero no tuvieron estrés, con el que
nosotros convivimos a todas horas. En invierno estaban en casa, no trabajaban,
no se levantaban al alba, no vivían el ritmo trepidante de la gran ciudad. Mi
abuelo murió el año pasado con 91 años, mi abuela aún está viva. Y yo me
pregunto cuántos años viviré yo… Aunque viva lo mismo, o incluso más, será por
los avances de la ciencia y la medicina, pero es posible que el estrés acabe
conmigo antes. Es necesario pensar un poquito en la calidad de vida que
llevamos.
Hay cosas que no
podemos cambiar. Si entro a trabajar a las 7.30, me temo que me toca levantarme
a las seis y media o antes, sacar al perro, irme corriendo a trabajar… Mi
horario normal está muy lleno per
se, salgo volando cerca de las tres y empiezo a correr de nuevo. La mayoría
de los días recojo a mi hija a las cuatro, otras veces a las cinco, un día la
llevo a piscina, otros al parque… Y además, de vez en cuando tengo vida social
y cultural, o al menos lo intento. Y sí, frecuentemente estoy muy cansada. Por
eso, he aprendido a decir que no. Y me pregunto las cosas que os contaba en
aquel post: ¿qué es lo que yo
quiero?, ¿qué es lo que yo
necesito?, ¿cuál es mi prioridad?
Tras tomar una
decisión pensando en el yo, pienso en el impacto que llevará mi acto frente a
terceras personas (decir sí o no) y luego, sencillamente decido y lo cuento con
sinceridad. Me sirve para liberar mi agenda y sobre todo para tener la
conciencia tranquila. Sé que no le gusta a todo el mundo y que hay gente que no
soporta un no, pero no importa.
Un poco al hilo de
aquel post, había escrito otro antes: ¿qué pasa si no lo hago? También, si de nuevo sentís
curiosidad, aquí lo tenéis. En aquel post reflexionaba
sobre el hecho de que, en realidad, puedes sacar muchas cosas de la lista y no
pasa nada. De hecho, es bueno sacar cosas de la lista, delegar, pedir ayuda,
tomarte las cosas con calma. Más no es sinónimo de mejor en la mayoría de las
ocasiones.
Pues bien, hoy he
leído un artículo
estupendo que os recomiendo que leáis. Habla de la necesidad de reducir compromisos y lo que cuenta nos sonará a muchos.
Me ha parecido muy formativo, porque nos cuenta, de manera sencilla, que
debemos hacer una lista con
nuestra situación actual. Yo no era nada de listas, pero he descubierto
hace tiempo que te facilitan mucho el orden vital porque hasta que no ves en
una lista la cantidad de cosas que tienes encima, no eres verdaderamente
consciente del jardín en el que te has metido, o te han metido, pero la
realidad es que ahí estás.
Empieza por la lista
de todos tus compromisos (los tuyos y los de
otros que terminan salpicándote, por ejemplo cuando tienes hijos esto es
inevitable: sus compromisos terminan siendo los tuyos).
Ahora, califícalos: cuáles son
importantes y cuáles no lo son, puedes prescindir, cancelar, delegar, posponer…
Ya tienes tu sublista
con las cosas verdaderamente importantes. Mi consejo: repásala de nuevo, igual hay alguna de
ellas que se pueden salir de la lista. Y sigue sin pasar nada.
Y ahora: reduce tu
lista de compromisos prescindibles o no importantes. Esta parte es la
que más le cuesta a mucha gente, sobre todo por el miedo al qué dirán, cómo se
lo tomarán etc.
Si habéis leído el artículo que os recomendaba, veréis que incluye muy buenos consejos. Si existe algún compromiso que te cuesta anular, deberías preguntarte qué valor da a tu vida, cuál es su importancia, qué pasaría si lo dejases… Me ha gustado mucho también el truco de estar dos semanas sin hacerlo y ver qué ocurre. Probablemente puedas vivir sin ese compromiso y en realidad no pase nada. Libérate de la sensación de culpa y disfruta del alivio y del tiempo. En contrapartida, debes esforzarte por aprovechar el tiempo extra, bien sea para descansar, para meditar… Y cuando quedes con una amiga para tomar un café, que sea porque realmente te apetece mucho y estés ahí al 100%. Más vale una tarde presente que muchas citas con la cabeza y el corazón ausentes.
Y ahora voy y me aplico el cuento
Sí, que las teorías
siempre son muy bonitas, más aún si están bien escritas y parece que las
entendemos a la primera. Otra cosa muy diferente es llevarlas a la práctica. Os
contaré algunas cosas que yo he eliminado, o he liberado de mi agenda.
Vida social: la que realmente quieres. Es cierto que
cuando empiezas a decir no te conviertes en alguien borde, o al menos la gente
lo percibe así. También es cierto que no se puede llevar al extremo y pasarse
la vida diciendo no, no y no, sino que a veces tienes que ceder. Pero
personalmente he reducido bastante mi vida social, o más bien mis compromisos
sociales. Procuro ver a mis amigos, sigo comiendo fuera con gente con cierta
asiduidad, voy mucho al teatro (siempre menos de lo que me gustaría) pero he
reducido mi agenda estresante. Eso quiere decir que hay personas a las que veo
menos, que en verano me paso la vida en la calle (porque me encanta) y en invierno
me paso los domingos por la tarde viendo series en la cama bajo las mantas
(porque también las disfruto mucho). Hay personas a las que ya no veo porque no
me aportan, hay otras a las que quizá veo menos que antes. Eso sí, cuando voy a
algún sitio o quedo con alguien doy el 500%. Y así creo que todo fluye mejor.
La agenda familiar muy bien organizadita. Mi amiga Elena
tiene un sistema de lo que ella llama puntos
familia, que yo le copié hace cosa de un año y que realmente funciona. Una
niña de cuatro años necesita salir a la calle, ir al parque, jugar con sus
amigos, jugar en casa etc. Personalmente, odio el parque, no es precisamente mi
hábitat natural. Aún así, he de decir que normalmente suelo ir al parque, de
media, tres o cuatro tardes a la semana. Pero voy yo, y al costillo lo libero.
Ello quiere decir que el costillo me libera a mí del resto de tardes. Así todo
el mundo tiene su tiempo y su espacio, y no estamos todos aburridos sentados en
un banco en tardes interminables, sino que disponemos de tiempo para hacer lo
que cada uno disfruta más. Y se agradece, os lo aseguro. Lo mismo ocurre con
los horarios de entrada y salida del cole (yo me encargo de las tardes, el
buenpadre de las mañanas), las actividades, los fines de semana etc. La organización
facilita muchísimo la vida.
El gimnasio fuera. El año pasado me
apunté a un gimnasio con el sano propósito de ir dos veces por semana después
de trabajar. Los primeros meses lo llevé bien, pero en invierno empecé a
llevarlo muy mal. Aunque suene fatal, lo sé, me di cuenta de que mi cuerpo
agradecía mucho más echarse una siesta de 40 minutillos los lunes y los
miércoles (que eran los días que mi hija salía más tarde del cole y los únicos
que podía ir al gimnasio), que pegarme la paliza en el gimnasio. Eso no quiere
decir que dejase de hacer ejercicio y llevar una vida lo más sana que puedo,
pero de lo que me di cuenta es que las clases de zumba o aerobic me encantan y
las máquinas del gimnasio terminan aburriéndome. Por ello, sigo yendo a clases
de zumba y aerobic, he dejado las máquinas y mi propósito es echarme una siesta
dos tardes a la semana.
Este blog lo escribo
cuando quiero.
Con ello, quiero decir que puedo escribir tres posts en una semana, como estar
diez días sin escribir. No pasa absolutamente nada. Yo esto lo hago por puro
hobby, agradezco muchísimo a todos los que me leéis y me escribís, pero ni es
un trabajo ni tengo que estar vinculada a una calendario editorial
precisamente.
Y muchas otras cosas que, si un día me siento inspirada, os contaré. Lo cierto es que liberando nuestra agenda de compromisos y organizándola, las cosas fluyen mejor y la vida se hace más fácil.
Quizá también te interese:
Viernes vitales 43: Aprender a decir no
Viernes vitales 42: ¿Qué pasa si no lo hago?
Viernes vitales 38: Si no puedes bajarte del tren, vete más despacio y mira el paisaje
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Si la vida es muy fácil. Somos nosotr@s quienes la complicamos... Compromisos, los justos y necesarios, los que no se pueden ni se quieren quitar de esa lista. Y luego, vivir.
ResponderEliminarBesotes!!!
No sé si la vida es tan fácil, pero sí es cierto que nosotros la complicamos más aún
EliminarA estas alturas pocas cosas hago ya por compromiso, aunque alguna hay, pero tiene que ser muy gordo. Un besote.
ResponderEliminarMe alegro leer eso, Esther ;)
EliminarQuizás, el hecho de que mis prioridades últimamente hayan sido otras y con tanto tema médico y demás me hayan ayudado. Ya ves, algo bueno saco de todo esto. Un beso.
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