El otro día tenía una
auto-reflexión conmigo misma sobre la complejidad de los deseos contradictorios.
Va a ser difícil explicarlo sobre el papel (virtual de este blog, se entiende)
ya que hasta me cuesta explicármelo a mí misma. Por ello, pido perdón por
adelantado si no soy capaz explicarme. Me refiero a esas contradicciones de la vida misma, tipo me quiero poner a dieta pero este trozo de chocolate no se va a notar,
estoy en fase ahorro total pero me compro ese vestido porque no puedo vivir sin
él (aunque en realidad puedes) o disfruto
mucho del tiempo que paso con mi hija
pero necesito irme y respirar. Si la vida ya de por sí es contradictoria,
en mi caso ni os cuento… yo soy pura contradicción con patas.
Pues bien, hace unas semanas leí
un artículo sobre los remordimientos (algo que suele aparecer cuando llevamos
comportamientos contradictorios) y sobre la necesidad de cuidarnos más y de darnos caprichos. Pero no caprichos porque sí,
sino permitirnos a nosotros mismos
disfrutar de las cosas que nos hacen felices.
Recupero mi última reflexión del
año: Menos
cosas más vida (está linkado por si alguien siente curiosidad por
conocer mi contradicción en toda su dimensión). Sigo manteniendo punto por
punto lo que sostuve entonces, más me vale, cambiar diametralmente de opinión
en seis o siete semanas debe de rozar la locura por lo menos. Creo que podemos vivir con muchas menos cosas de
lo que lo hacemos; me he propuesto comprar mucho menos y no sólo lo estoy
consiguiendo, sino que debo reconocer que me resulta sencillo. Si lo piensas
fríamente, la mayoría de las cosas que compramos en realidad no las
necesitamos, muchas veces consumimos por
impulsos y no por necesidades, haciendo gala de una absoluta falta de
planificación. Si somos sinceros, todos tenemos en casa ropa que no nos
ponemos, cosas que no sabemos ni que tenemos, objetos varios que llenan
nuestras estanterías y armarios y que no nos sirven para nada, pero ahí siguen.
También es cierto que hay ciertas
pertenencias que ni necesitamos, ni muchas veces usamos, pero sabemos que
tenemos y de vez en cuando nos gusta admirarlas. Esas cosas bonitas, llenas de
un significado o un valor personal,
emocional son importantes para nosotros. Da igual su valor económico,
su coste de mantenimiento, el que ocupen espacio… para nosotros son importantes y punto. De hecho, la
razón de su importancia suele ser emocional, histórica, familiar… da igual,
son importantes y punto.
Cuando nos planteamos adquirir algo nuevo, hay veces
que probablemente sea algo que no
necesitamos pero que sin embargo nos hace feliz. No hace falta recordar que
ni el dinero ni las cosas dan la felicidad, pero yo sí creo que hay cosas
especiales que arrancan sonrisas, generan ternura o se convierten en cosas
importantes para nosotros y que nos dan un pellizquito de felicidad. Es cierto
que creo que la mayoría de ellas necesitan una pequeña reflexión previa sobre
si realmente las queremos y van a
hacernos felices o en realidad estamos ante un espejismo del tipo de necesito otro bolso (cuando en realidad
no lo necesitas, de hecho tienes demasiados) o este bolso me va a hacer muy feliz (es posible, pero hace falta
distinguir de las compras por impulso que te hacen creer que ese bolso te va a
encantar y tres semanas después lo dejas aparcado en el armario y se te olvida
durante años el simple hecho de que lo tienes).
Pues bien, me acabo de comprar una maravilla que anhelaba desde hace años: una
Hispano Olivetti. La razón para comprármela ha sido estética y emocional.
Estéticamente, creo que no hay que aclarar que es una máquina de escribir
bonita, de las que ves sobre un mueble y piensas ¡qué bonita es! De hecho, la quiero tener a la vista, no tanto para
usarla como para verla, aunque teóricamente aún funciona (tendré que hacerme
con una cinta nueva de tinta y probarla). Llevo meses pensando en comprarla y,
tras pensármelo mucho (y que mi padre y mi costillo me echasen para atrás hace
un par de meses), llegué a la conclusión de que la quería y una oferta en
Wallapop la puso a mi alcance (mis
anécdotas en Wallapop). La persona que me la vendió, una señora de
cincuenta y tantos, me dijo que había sido de su abuela, que la había utilizado
para preparar unas oposiciones. Me pareció que un objeto como éste, de los años
treinta o cuarenta, con esa historia entre sus recuerdos, era aún más mágico.
Pero la verdadera razón detrás de
querer una Hispano Olivetti está en un
verso de Sabina. Por supuesto es una razón absolutamente emocional. Se
trata de un verso de La canción más
hermosa del mundo:
Yo tenía un botón sin
ojal, un gusano de seda,
medio par de zapatos de clown y un alma en almoneda,
una hispano olivetti con caries, un tren con retraso,
un carné del Atleti, una cara de culo de vaso…
medio par de zapatos de clown y un alma en almoneda,
una hispano olivetti con caries, un tren con retraso,
un carné del Atleti, una cara de culo de vaso…
No sé si os parecerá una
tontería, pero para mí no lo es, por su significado emocional. Sabina es el
culpable de la banda sonora de mi vida, y ¡bendita culpa! Yo no sería igual sin
sus versos, no sé cómo sería, pero sería diferente, no igual.
Y ahora, esta pequeña joya histórica, con ese gran valor emocional, es por fin mía. ¡¡¡Mi Hispano Olivetti!!!, ¡¡¡Mi tesorooooo!!!!
Y ahora, esta pequeña joya histórica, con ese gran valor emocional, es por fin mía. ¡¡¡Mi Hispano Olivetti!!!, ¡¡¡Mi tesorooooo!!!!
Una vez más estoy de acuerdo contigo, no puedo decir otra cosa.
ResponderEliminar